Lo menos que se puede decir es que Alberto creía en Dios. Es más, en su testamento hasta habla de Dios y estoy seguro que creía que iba a estar al lado de él.
Pero tengo dudas por varias razones. Una es porque no soy creyente. Dios es para mi y para muchos pensantes un invento humano. Quien puede aceptar nacer y morir como todos los seres vivientes lo hacen en la tierra. Para compensar este vacío, unos primates que se llaman humanos se inventaron otra dimensión. Otro destino: Dios.
La otra razón por la cual Alberto no estaría con el Dios que tanto alabó, es porque no se portó como cristiano.
Por cierto era catolico, pero lo menos que se puede decir es que en su mente existían seres de primera clase y seres de segunda. Me imagino que para él, le correspondía una clase alta y para la plebe otra. Esta concepción de la vida no es cristiana, tampoco es católica. Alberto no merecería estar al lado de un Dios porque no le puso mucho caso a la biblia en su existencia.
Los regalos de Alberto
Mucha gente me ha dicho que él no gastaba fácilmente su dinero. No me consta en lo personal pero recuerdo una anécdota.
Alberto nos visitaba en forma seguida y antes de irse en alguna oportunidad le regaló a su hija (natural): Patricia un monedero. En este había un mensaje: “Si me estoy muriendo llamen a un sacerdote”. El regalo era inadecuado para una niña de esta edad. Como una niña de unos 10 años puede pensar en su muerte. Lo otro inconcebible es como una persona puede creer que un sacerdote abre las puertas del cielo. Es infantil y primitivo.
Alberto y la iglesia católica
Con relación al catolicismo, Alberto se acomodaba de lo que le convenía más. Cuando llegue a Colombia Alberto fue a ver su confesor, le contó la historia verdadera. La empleada de servicio de él me contó lo que había sucedido. Alberto le contó a la esposa y ella le puso de frente un chantaje. Si me hablaba, ella se iba para la Argentina, su país de origen. Y no se iba sola sino que con sus dos hijos. Presionar más era difícilmente concebible. En sí de hablarme se quedaba si hogar. Alberto no lo pensó mucho y no siguió los consejos de su confesor Monsenor Gomez Hoyos quien le había recomendado: “abrazar a su hijo”. Alberto no le volvió a hablar a su confesor. Este monseñor me lo contó todo. Aclaro que no había escuchado las palabras de Alberto dentro de la confesión, Alberto se lo contó en una cena. Por eso este cardenal me lo comento sin infringir sus deberes hacia la confesión. Alberto siempre se acomodaba de la moral que existe así sea poco dentro de la fé católica.